Javier T. Ramos Baca





Sueño 2

Piedad, un amago de ti, la oreja donde susurra el mar,
dividiendo doblando en la arena,
densidad, y tu sonrisa dando combate

así como nada sucumbiendo al apuñalar tu nombre,
el petardo de amar,
un murmullo del destino, el diafragma de mí sobre tu y tu falda estrechando el umbral,
la ceremonia de unción al sol, aquel anular alzado, las sillas vacías en fila india

y la nube cuando resucita en el mar, tus cabellos inundando el cráter que brota
al  temblar la oración,
un discurso habitando el empeine de la psicosis, cayendo, diluyendo el sembrío,
tu hábitat

esa mirada esparciendo la sal entre los otros 8 mil millones
mientras tus dedos se esparcen acuñando tu rostro

la gravedad en el bar, la pisada del espino adoquiando tu sien, los animales bufando, destilando, atentando, mientras la antalgina del mal difumina en un hielo lunar

esas gotas de rubor mimetizándose en la penumbra,
los arrebatos de caminar de agujas en el mar,
mas  la transpiración centrifugada,
mas los galopes anegando la vereda,
el recuerdo de los mellizos desdibujando lo creativo...

un silicio cayendo a la espalda de la verdad
la verdad escupiendo sobre tus manos atravesadas por espinas de amapola
sobre el lago desecado
en donde la tierra
aún húmeda
absorbe el suicido de tu ángel.



Rutina

Golpe de mala suerte en el dormitorio de las dudas,
pie izquierdo hacia la pesadilla de ahorcarnos la corbata,
de lavarse de pasada la resaca, desollar los dientes y escupir...
y toser
por la alergia a la pasta dental de cada día.

Mirada de soledad a tu yo legañoso a las cinco y media del insomnio solar
Este y otros eclipses
Flotando muertos alrededor del dintel suicida de la nostalgia.

Tenedores para chancar nuestras vísceras sazonadas con temor entre los panes
antes de revivir la escena hipnótica frente a la laptop de ocho a seis.
Ah, claro, seguirá aquella película de no ficción manchada con sorbos de después,
de clicks, de puro delete, de no sé, para mañana, de no esta bien decirle todo esta bien mientras le subes la falda a la secretaria,
con abejorros zumbando perdón, para cuando, pero algo menos,
con teléfonos parpadeando al son de la masturbación...

Congelado el café,
aún en la cocina
una mirada en o hacia el vació
donde respiraba tu madre friendo con su propio sudor...
y otra en la infancia
donde morir atacaba solo de noche.






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