XX
De prisa, de prisa,
Es hora, la noche duerme plenamente,
Sueña que me he ido,
Y yo sueño que me voy,
De prisa, de prisa,
Es tiempo de atar las flores todas juntas
Sin distinción de color, forma o tamaño,
Es momento de llamar a los que se fueron,
Y pedirles que detengan un minuto el mundo,
Pintarnos las cabezas con sonrisas y
Decir que entre las multitudes,
Yo, me he vestido de mil colores,
De figuras que impactan mi rostro,
De prisa, de prisa,
Es imperativo darnos cuenta que
A través de los ojos, observamos a la nada misma,
Pero entonces, tenemos a eso que nosotros llamamos
poesía,
Y aquella desarma a la soledad, volviéndola fantasía,
Volviéndola, en esas manos suaves, que dan dolor
En vez de afecto, pero
De prisa, de prisa,
La noche despereza junto al nuevo día,
Recuerda que soñó conmigo,
Yo recuerdo mis principios que dejé sobre mi cama,
No me arrepiento,
Me he ido, de prisa, a otra noche recién dormida.
XX
Largo tiempo, venía rondando en mi cabeza el mal recuerdo de
esta casa amurallada, entristecida, tan mal amoblada, de paredes sin fondo, de
cuadros sin fecha, parece que el tiempo se ha detenido hace tantos años.
Nada vale la pena ya, los campos cercanos están podridos, el
viento fluye abandonado, brama en cada rincón y se injerta con cada atardecer
triste, el sol es un habitante harapiento y aburrido.
Hongos se implantan alrededor de la verja, la vida vegetal
abunda en contraposición a la soledad humana. En el horizonte hay un charco
quieto que funge de espejo al cielo y el sol en él bulle de mosquitos.
Hay nimiedad por donde se vea, nada es magnífico ya. El sin
fondo hace su trabajo en mis ojos, los aletarga, los suaviza, los desespera. La
mano del fruto seco acaricia mi cabeza tibia y me disfraza de hambriento, de
forastero.
Adiós palmadas alentadoras, adiós girasoles en la mano
oronda, la tierra está asentada, pisada, no tiene rugir ya, se asfixia y
también se desespera junto conmigo.
Quién se hubiera mantenido en pié, ni el hombre más fuerte,
ni el animal más fuerte, la vida aquí entre estos metros es insospechada, ni
mis ojos la reflejan, no hay espanto, está la soledad más plena y vasta.
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